martes, 13 de septiembre de 2016

AUTOBIOGRAFÍA DE UN SI MISMO DESPOJADO DE UN YO EGOLÁTRICO
 ENCONTRADO EVENTUALMENTE EN UN MANUSCRITO NUNCA PUBLICADO
                              Hay una definición del término “biografía” que dice “Historia de la vida de una persona” y el biógrafo que la narra es el “escritor de vidas particulares”. Ahora me formulo la siguiente pregunta ¿siempre las biografías deben ser lo que le ocurrió a otros? ¿Pero qué sucede cuando pretendemos hacer referencias a acontecimientos que nos pertenecen exclusivamente a nosotros mismos? ¿Qué lugar ocupa un relato de esa naturaleza? ¿Puedo incluirlo dentro de la definición de autobiografía “vida de una persona contada por sí misma”? ¿Es una historia objetiva o pertenece a los más recónditos laberintos de la subjetividad? ¿Son la recopilación de retazos de pensamientos de lo que he pensado en otros momentos y que los actualizo en este preciso momento y que pertenecen a mi historia personal puedo reunirlos en una historia llamada de vida? Estimulado por estas preguntas y sin la más mínima pretensión que de esclarecerme a mí mismo, me aboqué a recordar esas quimeras pasadas experimentadas como pensamientos que permanecían aletargados  en algún lugar de la mente que llamamos “memoria” y que cobran presencia en actos de reminiscencia, como decía Platón.
                            Así que me centralicé en mi propia mente, donde  incesantemente se agitaban los pensamientos sin tener una dirección determinada. ¿Era necesario construir una historia, algo que lindara con lo fantástico  o frenar el curso mental como dice Patánjali y reunirlos en un solo pensamientos; el primero que surgiera de ese vacío que no sabemos su nombre pero que hemos bautizado con el nombre de subconsciente?  Y sin ningún esfuerzo se hizo presente el por qué, esa oculta pregunta que siempre dispone de nosotros  para que argumentemos y nuestro pensar tenga una orientación y un fundamento coherente para no quedar expuestos ante inadmisibles absurdos, donde los demás pensamientos pasan a ser víctimas de sus propias contradicciones. Y sin darme mucha cuenta que me había metido en el mundo que había confeccionado con mis “razones” y con las “razones” que otros sin proponérselo me impusieron, despojando a las cosas de su propia sustancia y sumergir a mi mente en el reino de lo abstracto. Con tantos “por qué”, recorrí un lapso de tiempo, sin tener conciencia que había alejado a lo épico de mi vida y que lo cotidiano se convirtió en lo que siempre fue, un mundo monótono y repetitivo carente las más de las veces de sentido, donde mi existencia se fijaba en un quehacer penetrado de barullo y perplejidad. A cuestionar ese mundo apuntaron las obras literarias tanto de Camus como de J.P.Sartre, mostrándome el absurdo de un presunto orden del mundo, construido en la nadería de relaciones humanas desprovistas de grandeza y desiertas de elecciones vitales, que sólo llevaban a disolverse en una propiedad aparente y desprovista de valores que de acuerdo con mi interpretación,  hundían a la  condición humana en un letargo existencial. Si bien todo aparecía como una elucubración literaria, creo que con en este discurrir me fui alejando de la cuestión de los “por qué”  y de la banalidad que presuntamente rodeaba a mi existencia y ahuyenté mis propios espectros, quedando penetrado por una concepción existencial que apuntara a la autenticidad. Esa elección conformó en su momento mi mundo juvenil haciéndolas verdades cuasi absolutas, donde todo se presentaba como un horizonte de transformaciones esenciales que evocadas  en un presente no podría asegurar ahora, si han quedado incumplidas  o siguen perteneciendo a esa cosa que pienso permanentemente y que se pone por delante de mis morros como la zanahoria del burro para que siga tirando del carro y que se llama realización. Y en esa atmósfera existencial fui construyendo mi historia  de vida tratando de superar los monótonos actos cotidianos, dándole el significado que realmente tienen desde la vida misma, poniendo entre paréntesis, aquello que viene del aparente éxito, tan en boga en el ideario de nuestra cultura mediática.
                             Ahora me vuelvo a preguntar ¿Deben figurar en una biografía, esos aparentes  e insustanciales períodos que componen una existencia humana particular? ¿Acaso una existencia anónima vale la pena ser comentada? ¿Sólo son válidas las biografías de quiénes trascendieron el anonimato? Por eso concluyo  este pensamiento errático que surgió espontáneamente  y sin la apoyatura de una significativa trascendencia del yo y que realmente cuesta aceptar cuando ese yo se sustrae, de que en realidad “no somos nadie” como dijo alguien que también prefirió estar en el anonimato.
                      

                          

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