TIEMPOS LOCOS Y
VERTIGINOSOS
Toda comprensión del mundo
implica la comprensión de la Existencia y a la inversa
Martín Heidegger (1889-1975)
Una persona amiga en una oportunidad
arriesgó a decir, que cuando escucha la radio, ve televisión, lee los diarios o
bien observa en torno suyo ciertas conductas lindantes con la enajenación en la
cual ella también se encuentra incluida; no puede dejar de asombrarse y de
manifestar vivamente de que estamos bastante desequilibrados para no mencionar
la palabra “locos”. Así es, y ante ciertos sucesos desgraciados que cotidianamente
pueblan los medios, no hay argumentos posibles para contradecirla y muchas
veces nos resulta difícil dar una explicación coherente a semejante estado de
alteración. Pero a la hora de conjeturar y teniendo como finalidad el arriesgar
una opinión a manera de hipótesis, que puede ser refutada sin ningún miramiento
por parte de un eventual lector, aventuremos a manifestar una explicación al
respecto.
Pienso que el hilo conductor del
análisis puede ser la idea de vértigo. Digo vértigo para no usar sinónimos como
puede ser atolondramiento o prisa, que hemos impuesto a las cosas y a nosotros
mismos, para lograr objetivos muchas veces nada claros, ni precisos. En verdad
nosotros habitamos en una estructura predeterminada que es el espacio-tiempo.
Es un espacio concreto y determinado desarrollamos ciertas acciones
relacionadas con nuestro estar en el mundo. Pero la pregunta que surge
¿habitamos ciertamente ese espacio o más bien nuestra mente corre
incesantemente de un lado a otro condicionada más bien con el tiempo? Según nos
dijo Kant, el Espacio es la condición donde aparecen los fenómenos exteriores y
que el tiempo es la condición como aparecen los fenómenos en nuestra
interioridad. Pero ambos (tiempo y espacio) en verdad son intuiciones (no
conceptos, es decir los aprehendemos en un acto único de nuestro espíritu sin
ninguna mediación) de la aparición de los fenómenos de la experiencia. En fin
creo que lo que se ha vuelto loco es nuestra percepción interior de los
fenómenos que corren en nuestra mente a una velocidad increíble y que se
reflejan en nuestras conductas que se exteriorizan con movimientos imprecisos o
irreflexivos condicionados por un ritmo atropellado que le imprimimos a las
cosas. Se traslucen en la fugacidad de nuestras relaciones humanas donde quizá
no nos detenemos ni un instante para ver que le sucede al otro. En la manera de
conducir que se toma cada vez más alocado y se exterioriza en innumerables accidentes,
algunos de ellos trágicos. Pero toda esa aceleración tal vez nos lleve a perder
el verdadero ritmo natural que el hombre tenía cuando todavía se encontraba un
poco más aproximado a la naturaleza. De allí también la pérdida de sentimientos
como el apreciar lo sublime que se vierte en las cosas o el no percibir las
formas bellas de ciertos contornos que se nos dan a la mano. En fin todas estas
reflexiones que parecen tan alejadas de todo referente existencial concreto
creen que hacen a nuestra forma de vida actual con la cual nos las encontramos
como una cotidianidad imposible de modificar. Y ahí si podemos decir la ida se
vuelve loca, loca, loca….
Lo demás creo que son
circunstancias de esta misma sonatina esencial ya sea la nerviosidad, el
cambiar de ideas como se muda de vestido, el desarraigarse del terruño para ir
en busca de mejores condiciones de vida que muchas veces se tornan peores de
las que dejamos. Y mejor no olvidar el cuerpo que a la postre es el que refleja
los estados del alma; sometido a toda suerte de tensiones donde más de las
veces se instalan sin permiso previo, diversas enfermedades provocadas por el
stress.
Por eso creo que caerán en saco
roto todo el caudal de leyes que puedan sancionarse para frenar el desenfreno,
si no va acompañado con una toma de conciencia por parte de cada uno de
nosotros para desactivar ese estado de alteración que parece se ha apoderado
misteriosamente en cada uno de nosotros y que deteriora cada vez más la calidad
de vida. Y en algún momento tendremos que detenernos a pensar que lo que
declina o se pierde resulta muchas veces difícil de recuperar.
HÉCTOR.
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