domingo, 25 de octubre de 2015

TIEMPOS LOCOS Y VERTIGINOSOS
                                             Toda comprensión del mundo implica la comprensión de la Existencia y a la inversa
                                                                                                                        Martín Heidegger (1889-1975)

             Una persona amiga en una oportunidad arriesgó a decir, que cuando escucha la radio, ve televisión, lee los diarios o bien observa en torno suyo ciertas conductas lindantes con la enajenación en la cual ella también se encuentra incluida; no puede dejar de asombrarse y de manifestar vivamente de que estamos bastante desequilibrados para no mencionar la palabra “locos”. Así es, y ante ciertos sucesos desgraciados que cotidianamente pueblan los medios, no hay argumentos posibles para contradecirla y muchas veces nos resulta difícil dar una explicación coherente a semejante estado de alteración. Pero a la hora de conjeturar y teniendo como finalidad el arriesgar una opinión a manera de hipótesis, que puede ser refutada sin ningún miramiento por parte de un eventual lector, aventuremos a manifestar una explicación al respecto.
             Pienso que el hilo conductor del análisis puede ser la idea de vértigo. Digo vértigo para no usar sinónimos como puede ser atolondramiento o prisa, que hemos impuesto a las cosas y a nosotros mismos, para lograr objetivos muchas veces nada claros, ni precisos. En verdad nosotros habitamos en una estructura predeterminada que es el espacio-tiempo. Es un espacio concreto y determinado desarrollamos ciertas acciones relacionadas con nuestro estar en el mundo. Pero la pregunta que surge ¿habitamos ciertamente ese espacio o más bien nuestra mente corre incesantemente de un lado a otro condicionada más bien con el tiempo? Según nos dijo Kant, el Espacio es la condición donde aparecen los fenómenos exteriores y que el tiempo es la condición como aparecen los fenómenos en nuestra interioridad. Pero ambos (tiempo y espacio) en verdad son intuiciones (no conceptos, es decir los aprehendemos en un acto único de nuestro espíritu sin ninguna mediación) de la aparición de los fenómenos de la experiencia. En fin creo que lo que se ha vuelto loco es nuestra percepción interior de los fenómenos que corren en nuestra mente a una velocidad increíble y que se reflejan en nuestras conductas que se exteriorizan con movimientos imprecisos o irreflexivos condicionados por un ritmo atropellado que le imprimimos a las cosas. Se traslucen en la fugacidad de nuestras relaciones humanas donde quizá no nos detenemos ni un instante para ver que le sucede al otro. En la manera de conducir que se toma cada vez más alocado y se exterioriza en innumerables accidentes, algunos de ellos trágicos. Pero toda esa aceleración tal vez nos lleve a perder el verdadero ritmo natural que el hombre tenía cuando todavía se encontraba un poco más aproximado a la naturaleza. De allí también la pérdida de sentimientos como el apreciar lo sublime que se vierte en las cosas o el no percibir las formas bellas de ciertos contornos que se nos dan a la mano. En fin todas estas reflexiones que parecen tan alejadas de todo referente existencial concreto creen que hacen a nuestra forma de vida actual con la cual nos las encontramos como una cotidianidad imposible de modificar. Y ahí si podemos decir la ida se vuelve loca, loca, loca….
               Lo demás creo que son circunstancias de esta misma sonatina esencial ya sea la nerviosidad, el cambiar de ideas como se muda de vestido, el desarraigarse del terruño para ir en busca de mejores condiciones de vida que muchas veces se tornan peores de las que dejamos. Y mejor no olvidar el cuerpo que a la postre es el que refleja los estados del alma; sometido a toda suerte de tensiones donde más de las veces se instalan sin permiso previo, diversas enfermedades provocadas por el stress.
            Por eso creo que caerán en saco roto todo el caudal de leyes que puedan sancionarse para frenar el desenfreno, si no va acompañado con una toma de conciencia por parte de cada uno de nosotros para desactivar ese estado de alteración que parece se ha apoderado misteriosamente en cada uno de nosotros y que deteriora cada vez más la calidad de vida. Y en algún momento tendremos que detenernos a pensar que lo que declina o se pierde resulta muchas veces difícil de recuperar.
                                                                                HÉCTOR.
         

     

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