LOS MISTERIOSOS GATOS.
Misteriosamente había llegado una imagen a mi domicilio impresa en un fino cartón que decoraba una caja que contenía unos libros, que días pasados había encargado a una editorial. Me detuve unos instantes en la imagen y me atrapó la disposición del dibujo que representaba un conjunto compuesto de traviesos gatos, que el autor había plasmado con mucho criterio, facilitando una rápida simbiosis entre el dibujo y el ocasional espectador. Lo separé de la caja y lo puse en un lugar privilegiado en que pudiera observarlo con mayor detenimiento. A medida que mi observación se fue haciendo más aguda y me iba familiarizando con la imagen, fui descubriendo detalles que en las observaciones previas se me habían escapado. Había en esos animalitos ciertos rasgos que me llevaron a pensar que ciertas cualidades estaban impresos en los detalles de la imagen de la tela y que se me revelaban a mi mirada atenta. Todo ello significó un acto mágico de transformación en mi conciencia y los gatos pasaron a mostrarse como seres con vida animada, mostrando cada uno de ellos el flujo creciente de una energía que los particularizaba. El que ocupaba el lugar de la izquierda con su imagen reflejada en el espejo se deslumbraba al mirarse sin poder discernir si era él u otro gatito amigo que se integraba al grupo. A su lado otro gato engullendo de su vasija la merienda que tal vez le había proporcionado su amo, me ponía en estado de alerta y me motivaba para pensar en el sagrado alimento material que necesitan los cuerpos para mantenerse vitales en los ciclos temporales con que se marcan los límites de cada ser. El reloj representado en la parte superior del grabado me convocaba a ese tipo de reflexión y me lo imaginé marcando minuto a minuto los instantes que mediaban entre la imagen y el querer expresarla en palabras sin poder capturar todo lo que ella me decía. Simultáneamente los demás animalitos del cuadro conformaban una danza ligada al juego y al placer en la que los movimientos me evocaban un cadencioso ballet, envueltos en la armonía de la naturaleza simbolizada en el ramo de flores, donde se me figuraba que era un intento que me remitía a pensar lo necesario que es hacer un paréntesis y encontrar un momento de paz y relajación en esa dura lucha por la existencia.
De improviso tomé conciencia de todas las cualidades que me revelaba esa imagen de inocentes gatos, jugando, con semblantes bondadosos y acariciadores que dejaron grabados en mi memoria toda una enseñanza de vida, me llevaron a reflexionar que no era indispensable alejarse demasiado de las circunstancias que nos rodean y que las enseñanzas llegan a nosotros por los senderos menos esperados.
Misteriosamente había llegado una imagen a mi domicilio impresa en un fino cartón que decoraba una caja que contenía unos libros, que días pasados había encargado a una editorial. Me detuve unos instantes en la imagen y me atrapó la disposición del dibujo que representaba un conjunto compuesto de traviesos gatos, que el autor había plasmado con mucho criterio, facilitando una rápida simbiosis entre el dibujo y el ocasional espectador. Lo separé de la caja y lo puse en un lugar privilegiado en que pudiera observarlo con mayor detenimiento. A medida que mi observación se fue haciendo más aguda y me iba familiarizando con la imagen, fui descubriendo detalles que en las observaciones previas se me habían escapado. Había en esos animalitos ciertos rasgos que me llevaron a pensar que ciertas cualidades estaban impresos en los detalles de la imagen de la tela y que se me revelaban a mi mirada atenta. Todo ello significó un acto mágico de transformación en mi conciencia y los gatos pasaron a mostrarse como seres con vida animada, mostrando cada uno de ellos el flujo creciente de una energía que los particularizaba. El que ocupaba el lugar de la izquierda con su imagen reflejada en el espejo se deslumbraba al mirarse sin poder discernir si era él u otro gatito amigo que se integraba al grupo. A su lado otro gato engullendo de su vasija la merienda que tal vez le había proporcionado su amo, me ponía en estado de alerta y me motivaba para pensar en el sagrado alimento material que necesitan los cuerpos para mantenerse vitales en los ciclos temporales con que se marcan los límites de cada ser. El reloj representado en la parte superior del grabado me convocaba a ese tipo de reflexión y me lo imaginé marcando minuto a minuto los instantes que mediaban entre la imagen y el querer expresarla en palabras sin poder capturar todo lo que ella me decía. Simultáneamente los demás animalitos del cuadro conformaban una danza ligada al juego y al placer en la que los movimientos me evocaban un cadencioso ballet, envueltos en la armonía de la naturaleza simbolizada en el ramo de flores, donde se me figuraba que era un intento que me remitía a pensar lo necesario que es hacer un paréntesis y encontrar un momento de paz y relajación en esa dura lucha por la existencia.
De improviso tomé conciencia de todas las cualidades que me revelaba esa imagen de inocentes gatos, jugando, con semblantes bondadosos y acariciadores que dejaron grabados en mi memoria toda una enseñanza de vida, me llevaron a reflexionar que no era indispensable alejarse demasiado de las circunstancias que nos rodean y que las enseñanzas llegan a nosotros por los senderos menos esperados.
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