sábado, 7 de febrero de 2009

SENTIDO CÓSMICO Y TRASCENDENTE DEL AMOR


La única forma de alcanzar el conocimiento total consiste en el acto de
Amar: ese acto trasciende el pensamiento, trasciende las palabras.
ERICH FROMM
Cuando preguntamos por el qué de una cosa, lo que intentamos definir es la esencia de esa cosa. Es decir, que queremos saber cuál es su ser. Aquello que la cosa es. Como primera aproximación se puede intentar caracterizar al amor como una fuerza activa, dinámica, cuya manifestación arraiga en lo divino y se trasunta en lo cósmico. Así la vislumbraron los relatos míticos. Si examinamos las primeras cosmologías griegas nos encontramos con Empédocles de Agrigento (492 a. C.), quien resulta ser el primero que emplea la palabra "amor". Considera al amor como una fuerza cósmica que reúne lo disperso de los entes en la unidad. El amor en consecuencia, se lo ve como una fuerza esencial, primaria, generativa y fundamentalmente como aquel elemento que hace posible reintegrar las partes dispersas en un todo equilibrado y armónico; sustrayéndolos del caos y de la disgregación producto de la otra fuerza contraria que Empédocles denominó: la discordia. Hay que tener en cuenta que en el dominio absoluto del amor se consigue la unidad perfecta que se resuelve en el infinito, pero que es un ideal irrealizable porque si todo se reintegrara a la unidad perfecta, la totalidad de las formas colapsarían y nos encontraríamos nuevamente con una unidad amorfa similar al caos originario. Por lo tanto, el amor es una de las energías del hacer cósmico donde se equilibran y se armonizan en un todo el caos y el orden del mundo. La discordia divide y el amor lleva a la unidad. Quizá podamos establecer una comparación con los dos principios del Taoísmo chino: el Yin y el Yang.
Se ha dicho muchas veces, que la filosofía Platónica esta enteramente dedicada al amor. En esa doctrina el amor sigue siendo una fuerza cósmica dinámica, pero que se interioriza en el hombre. ¿Adónde se inscribe el amor? Indudablemente en la idea belleza. Esta se comienza a atisbar en las cosas bellas y a través del amor permite ascender, utilizando a la filosofía como una escalera, desde ese mundo aún opaco e imperfecto de las formas sensibles, a la idea pura y perfecta de belleza observada con la mirada no contaminada del intelecto. La belleza como esencia permanece inmutable en el Topus Urano, y en ella participan los cuerpos bellos y las bellas artes, todas ellas animadas por el amor. ¿Y cuál es el fin? Alcanzar a través de una purificación y elevación a planos espirituales superiores, la inmortalidad del alma. En esa esfera se encuentran los valores supremos, la Verdad, la Belleza y la Justicia y en la cúspide la Idea de Bien que como un sol fulgurante alumbra y permite la visión de la auténtica realidad. ¿A que se aspira en esa contemplación? A encontrar la genuina liberación, que nos transporta a un estado de paz (entasis=no de éxtasis) y de quietud, lejos de la incertidumbre que nos provocan el estar en el tiempo y en el cambio continuo de las cosas sensibles. El alma es eterna porque puede identificarse con lo estable y permanente. Pero no hay que olvidar que para Platón, si no existiera el amor ese mundo sería infranqueable para el hombre. ¿Incluye Platón en sus consideraciones sobre el amor, la filia (amor de padres e hijos), la amistad y a Eros (el amor sexual)? La respuesta debe ser, sí. Existen en la obra de Platón brillantes análisis sobre estas formas del amor, pero eso requeriría abordarlos desde otra perspectiva.
HÉCTOR

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